TAXÍMETRO EN AMOR VIAL

La conocí mientras me robaba un taxi. Era un día lluvioso y el olor a pavimento estaba presente en todas las calles, como un recuerdo del buen día que hizo ayer.

Ayer me levanté y extrañamente no había luz, extrañamente había olvidado pagar el recibo, extrañamente había dejado las llaves del carro en algún penoso lugar, queriendo olvidarlas, extrañamente me veía al espejo y me había abandonado al tiempo, extrañamente ya no era el reflejo que conocía.

El sol se fue y llegó la lluvia, había tomado la decisión de intentarlo, de estar en luz, así que después de quince días bajo las cobijas me puse un abrigo y salí a pagar el recibo (Electricaribe no perdona una). Bajando las escaleras, desde el lobby del edificio, veo venir un taxi bajo la lluvia; aligero mi paso queriendo llegar al paradero saltando el arroyo y de repente, ella se atraviesa.

Ambos, frente a la puerta del taxi, patéticamente cursis, nos miramos a los ojos. Me da nauseas pensar que debo dejarla ir en el taxi, entonces, ella interrumpe mis pensamientos con una pregunta simple: ¿Para dónde vas? ¿Para dónde vas? Repite. ¿Para dónde voy en la vida? Divago entre ser piloto o político de turno, ¿Para dónde voy ahora mismo? ¿voy a pagar el recibo o a terminar con ella en un paseo millonario, o quizá empezar una relación que al cabo de unos meses terminará por mi culpa, y esa figura que admiraba entre las sábanas, que me ahogaba entre su aroma, que lograba hacerme soportar mi existencia, tarde o temprano se convertirá en una broma absurda y cruel de la vida?. —¡Para de pensar!— Sacudo mi cara.

Vuelvo al momento que estoy viviendo y respondo — al centro a pagar un recibo — en voz alta, casi gritando, el ruido del agua cayendo no ayuda. Ella  dice —perfecto voy para el centro… ¿vamos? —como si fuese un niño me subo sin escatimar gastos; en el taxi, el silencio incómodo lo rompe el conductor — ¿Para dónde van? — pienso que he vivido dos veces en un mismo día la pregunta, pero ahora no tengo una respuesta porque depende también de la extraña loca que sube a un perfecto desconocido a un taxi. Me pregunto ¿qué tipo de mujer lo hace, en qué mundo vive, acaso no ha oído de los paseos millonarios, o de los vendedores de órganos del mercado negro?

Si supiera que hace unos pocos segundos atrás me imagine una vida con ella ¿Me hubiera convidado a subir al taxi?

Ella dice — si — Yo,  escéptico, confundo mi pregunta interna con su respuesta, (¿será que lee la mente?) seguidamente ella completa —sí, al centro por favor —sonriendo.

La miro de reojo y sonrío. Ella responde la sonrisa y pregunta: ¿A qué te dedicas? Qué maldita necesidad tenia de hacer eso, pienso. Es obvio que está intentando intimar conmigo. Pienso una respuesta agradable como: detective ruso, artista conceptual, misionero de paso o simplemente psíquico.

Después de pensar las posibilidades. Respondo:

—Psíquico.

 Ella dice:

—Curioso.

Encoge sus hombros, sonríe y después de un silencio incomodo dice:

¿Tiene algún sentido que te hable de mí o ya lo sabes todo?

Pienso. Soy mitómano, he armado una mentira y me la he creído. Ella empieza a llorar, y lo que creí sería un interesante juego de seducción se convierte en una fatídica conversación de su relación con su padre difunto. Si le hubiera dicho que soy misionero seguro ella pediría que hiciera oraciones por ella, pero tiene una cara de atea y atravesada por la vida que no puede con ella.  ¿Y tú qué haces? , Le pregunto, intentando cambiar el tema.

—Música.

 Pobrecita. ¿Y si le hubiera dicho que soy artista conceptual? Seguro me hubiera respondido que a ella no le gusta que le compliquen la melodía, que ella solo toca con partitura, que dos en un mismo metro cuadrado es mucho, alguno de los dos terminaría renunciando a sus sueños por el otro sin merecerlo… Menos mal no opté por esa. Lo de espía ruso no creo que hubiera resultado de tajo, porque el conductor tenía cara de checoslovaco con traumas post guerra fría, y quizá si acabaría junto a ella, pero tres metros bajo tierra en el cementerio vía al mar.

Saliendo de mis pensamientos, vuelvo al estropicio de su llanto, ella sube la mirada, hace calor en el empañado taxi, el aire acondicionado no es suficiente, la miro mientras comienza a reírse con ojos desorbitados. No esperaba ese cambio repentino de ánimo.

Le pregunto: —¿Qué pasa, de que te ríes?

El taxista interrumpe el momento cantando:

Lluvia, con nieve. Lluvia, con nieve. A la vez que golpeaba el timón con sus manos.

Ella sigue riéndose mientras el conductor hace un comentario como si fuera Cupido —Las parejas de hoy si son raras, ¿no?— Me vuelven las náuseas. Siendo más práctico, y mirando holísticamente el tema, puede que la víctima de un paseo millonario o tráfico de órganos del mercado negro sea yo.

Ella  se recupera un poco y responde a mi pregunta, con la misma pregunta:

—¿De qué te ríes?

—¿En realidad crees que alguien cae en eso? —burlonamente continúa—¡Ay sí, soy psíquico!

—Soy músico y leo el comportamiento humano desde la tarima, sé que no eres psíquico.  Por el recibo atrasado de la luz en tu mano diría que estás desempleado y llevas una vida patética, carente de todo significado, y en una búsqueda incansable por encontrar algo. Y eso a mí, en lo personal, me gusta aún más… ¿Qué quieres evadir? o ¿Qué buscas qué te tiene así? —Me inspecciona hurgando con sus ojos de arriba a abajo como si pudiera ver con visión de rayos x mis sentimientos más profundos.

Yo, callado, pálido, deprimido, nostálgico, quedo sin palabras, y como si se me quebrara la voz, respondo cantando lo que suena en el taxi de momento:

—Necesito alguien que me parche un poco…— Ella me secunda, tiene una voz angelical.—Que ponga tachuelas en mis zapatos— Nos miramos a los ojos y tenemos un momento íntimo y único con aroma a perro mojado, la lluvia se ha filtrado por las ventanas y el vaho de sudor del conductor hiede a días sin baño, o encierro, o quizá ambas.

El conductor interrumpe: —Creo que ya llegamos, y ustedes pareciera que no tienen un destino… pero sí una cita.

Yo respondo: —No, una cita no… una cita aumentaría mi ansiedad social. ¿Cuánto marcó el taxímetro?

Ella responde: —Amigo, ¿tienes problemas?, démonos un tiempo.

—¿Un tiempo?

—Sí, veámonos acá a las 5 y media, para devolvernos.

Quiero ir hasta donde ella quiera. Pongo el cronómetro y nos despedimos. Son aproximadamente ocho horas en las que mi mente no podrá dejar de pensar en esos 20 minutos con ella. No quiero comentarles las vergonzosas variaciones posibles que mi retorcida mente hizo durante esas ocho horas pensando en lo que ocurriría cuando la volviera a ver, sólo fue hasta llegar al mismo punto donde nos dejó el taxi que mi mente descanso. La verdad, concluí que el conocimiento se nubla en estos momentos y lo planeado se desarma en segundos. Ella llegó y me perdí de nuevo en mi cabeza.

—Listo, dijo.

Yo respondí: —Ajá.

Así fue como se dieron las cosas en aquel momento. Nuestra historia no es mágica o memorable, pero es una de esas tantas relaciones que como comienza, es el resto de la misma: sobre ruedas, hasta que nos varamos. Después de muchas horas de ella aguantarme y yo aguantármela, de ella dar y yo recibir, y viceversa, nuestra relación fue como un viaje en taxi. Bien podría ser un paseo millonario, donde se puede terminar en una venta de órganos en el mercado negro, con el corazón en la mano, o simplemente viajar felices a ningún lado. Uno aprende es de los caminos recorridos.

Ahora, después de terminado ese viaje estoy en el paradero a la hora de siempre. La veo a ella acercarse, sé que va tomar mi taxi con el taxímetro en ceros, sé lo que pasará si nos vamos juntos, o lo que pasará si le digo a qué me dedico de verdad. Sé que el conductor tendrá la necesidad de actuar como cupido. Los espacios repetidos, repiten las historias. Yo quiero cometer nuevos errores.

Esta vez, antes de que ella saque el brazo y llame el taxi, le digo: —¿Sabes? Hubo un accidente. Si quieres bajamos a Transmetro.

Ella sonríe y dice: —Pero yo invito.

En este nuevo viaje al menos hay paradas. Pienso.

Caminamos juntos hacia la estación y empezamos hacernos las preguntas de rigor.

Todo parece indicar que será un buen viaje.

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