Advertencia: el texto que leerán a continuación tiene una gran dosis de surrealismo, no es apta para defensores de la realidad y el pensamiento concreto.
Mi nariz está a 3 mm, 5 mm, 8 mm, de la pared agrietada, bueno, ambas, tanto mi nariz como la pared, e incluso mi corazón están así, agrietados; la nariz, muy probablemente a causa del alto consumo de grasas y cárnicos embutidos, que, según la OMS, además de orificios en las superficies nasales y granos en las nalgas, dan cáncer.
Se dilatan y contraen las pupilas tras el cambio de distancia: enfoques y desenfoques entre los cuales el alma sale y vuelve de mi cuerpo en búsqueda de una razón que quite el peso de la presión atmosférica sobre la ya desgarrada amargura de no haber vivido un día con algo relevante que contar.
Siempre he pensado que contar es un acto natural; tan natural como el dolor, alegría, angustia, euforia, compulsión, bondad, y también aberración. Hay cualquier cantidad de adjetivos, adverbios y verbos desafiantes, de los cuales podría agárrame para escribir, pero me educaron desde niño a la evasión de todo tipo de sensaciones o emociones: no este triste, ¿de qué se ríe?, no sea amargado, ¿muy feliz?, eso no son penas. Ahora navego perfecta y cotidianamente en ellas, no hay tormenta, yo soy la tormenta, no hay calma, yo soy la calma. Abrazo las emociones como si tuvieran cuerpo, uno de una tía albuñonadita. Quizá tengo algo dañado o roto.
Tomo aire para salir de la pastosa y estucada pared unos centímetros hacía atrás, giro rítmicamente abandonándola junto mis pensamientos. Le subo muchos decibeles a la canción que está sonando, me dejo llevar, todos siguen ahí, embriagados de emociones que no creo dignas de seres como los presentes. Abro los ojos en ese preciso momento y consciente de mi soledad, en medio de tantas personas, pienso que cada una de ellas es tan egoísta como yo, pienso que quizá de eso se trata: todos estamos en este mundo buscado un ratico de placer.
La diferencia entre todos y nadie, es que nadie se siente tan sólo como yo con todos alrededor. El universo me ha premiado con los vicios solitarios, y como si la gravedad hubiese aumentado a 32m/s2 me muevo lento en medio de los volátiles y etéreos seres a mi alrededor, unos están sudorosos y otros extasiados por sustancias que crearon los mejores farmacólogos de la ciudad.
En medio de el vaho la logro entrever, ella está firme y sólida, todo lo tiene bien puesto y en su debido lugar. Se ve tan linda por fuera que intuyo quizás esté tan amarga como yo por dentro, y no es quw sea bello por afuera, no, pero… ¿Por qué ella habría de escogerme a mí cuando ha estado probablemente con seres inmortales? Seres que quizá la han llevado a un nivel del cual dios castiga por soberbia. Me esforcé mucho para atravesar entre los cuerpos libidinosos, algunos ya estaban desnudos dándose a placeres carnales y básicos a temprana hora, todo para poder llegar a sus casas intachables, y libres de culpa para la cena.
Siempre he creído que no hay que comer antes de alimentar el alma y el espíritu. Voy acercándome a ella, la contemplo, la leo, la tomo, la peso, siento el poder de su historia en mis manos, y con suavidad giro la tapa en contra de las manecillas de reloj, pienso que es inútil, el tiempo dejo de ser importante, y el ritmo del corazón es el que impone el compás del momento, porque todo arte tiene su rito. Escucho al destaparla susurros en mis oídos que dicen: soy absenta, ¿quién me ha despertado?, en mi mente digo mi nombre y sonrió.
El calor, el fuego, la cuchara, la vaporización, el tinte, el agua, la soda, la copa, el brindis: por lo que fuimos, por lo que somos y porque enloqueceremos. El trago, el ardor, la quietud, la calma, el sacudón, el mareo, intentar entender e interpretar qué te quiere decir la ancestral bebida, cada movimiento se hace más ligero, te preguntas a dónde te quiere llevar esta vez, los choques con otras moléculas del universo son más constantes. El rebote, la distorsión y los personajes imaginarios anidados en representaciones fugaces que me recuerdan a los monstruos de debajo de mi cama, están aquí, empiezan a caminar entre nosotros, es como si pudiera ver las subcapas de una micro sociedad enferma y auto-destructiva compartiendo mi santuario. Me siento sucio a causa de ellos, los quiero fuera, pero debo ser un buen anfitrión así que los omito de mi mente y dejan de existir, todo a mi paso deja de existir, solo queda el escritorio y la computadora prendida en una página en blanco.
Página en blanco que me estorba, que entorpece el camino de salida intimidando lo que hay en mi interior. Miles de almas que he ingerido piden libertad, las escupo hacía arriba consiente que me aplastarán tras su caída convertidas en palabras. Miro a mi alrededor y veo que el vació empieza a llenarse de personas abrazando su entropía, recuerdo que están ahí y siento que me ven, que me juzgan, y que esperan, siempre esperan más de lo que quiero dar, así que les doy la espalda y vuelvo a concentrarme en la página en blanco. Enemiga y amiga de otros que como yo intentamos pintar con palabras, que van desperdigadas, dirigidas a todos, entendidas por nadie. Tensión, calor, página que me ciega y me quema. Me quito la chaqueta mientras otros se ponen cobijas sobre sí, a 2.900 mts de altura. Mi cuerpo arde mientras el frio congela mi alma, la cual siento que haciende a más 3.600 mts de altura, y sigue avanzando, se sale de la atmósfera, del plano astral, los gases espaciales me hacen alucinar. Me quito la camiseta, el pantalón, las medias, me levanto para retirar mis calzones y las miradas me reprueban. Las palabras moralistas me aferran nuevamente a la silla como cadenas a silla eléctrica. El calor sigue y mis manos rascan mi superficie craneocefalica, como si pudiera escarbar entre la materia gris la arqueología de mis pensamientos, pero no encuentran ningún recuerdo, ninguna idea, solo el tedio de una mente tan blanca como la hoja.
Respiro hondo, solo está el presente, y entiendo que todo está conectado, que yo soy parte de todo y soy todo, como todos hacen parte de mí y todos son yo de una u otra manera, así que pongo mis manos sobre el teclado y empiezo a mover mis dedos, me siento sometido por el ritmo del universo.
Probablemente no sabía que la noche me iba a traer una anagnórisis después de escribir mi encuentro con la sabiduría en un ambiente de decadencia y lujuria. Son de esas cosas que no se pueden pedir por Rappi.
Nuevamente sentí que todo está conectado… Así que también soy un procesador de textos, y como tal, a diario me sorprendo con las disparatadas palabras, frases y párrafos con los que me presionan para crear algo que se supondrá tendrá sentido para alguien, pero nunca había visto tal atrevimiento como este, ¿intentar editar a Sofía?, inducido por el soliloquio, pensé “seguro creará un sofisma para traer a la vida una peculiar relación de re significaciones en las que se sonroja el surrealismo, seguro está pensando en una gratificación instantánea y básica: un chico amante y una chica sabiduría, ¿acaso no es la estructura clásica de una historia en la que terminarán los amantes de la sabiduría encontrándose con sigo mismos en el cuerpo de otros?”, fui testigo del movimiento, los dedos, las letras fueron apareciendo y la página se manchaba dejando su integridad a un lado.
La estructura se divide en 5 micro momentos:
Momento 1. Chico conoce a chica.
En medio de las masas sudorosas y los ritmos erráticos de las melodías distorsionadas por las conciencias ya borrachas, trabadas, chumazadas, tripiadas y unas pocas coherentes, la chica brilla entre luces apagadas. Obvio la sabiduría siempre va acompañada, esta vez de la cordura y elegancia. Ella contonea sus caderas en medio de la multitud, no cualquiera puede acercársele a la sabiduría sin una oda o sacrificio. El amante, entendido, rápidamente conoce sus limitaciones y solo busca un torpe contacto físico para que, tras lograr un cruce de miradas, si ella lo desea, él pudiera sincronizarse con ella e ir a un lugar al que solo les perteneciera a los dos. En esta ocasión ella asintió y él se acercó. El hilarante momento se selló reduciendo la distancia de los labios a cero.
Momento 2. Chico o chica se salen de contexto.
Las palabras buscarán salida, el reconocimiento del otro y la validación de su propia realidad. La sabiduría quiere ver lo que hay debajo de la piel del mortal, mientras el amante quiere robar la capacidad de argumentar tal sensibilidad que estalla al tocar su piel. La dialéctica y elocuencia de la sabiduría dialoga con la glotonería y la auto destrucción del amante. Los acuerdos son mínimamente superiores a las discordias. Ella le vierte lo que toma en la cara, después que el impulsivo amante le ofrece excesos, ella lo deja y vuelve a subir al podio en el que está glorificada.
Momento 3. El Conflicto.
Ella se va, la luna se la lleva. Él, como último recurso, la sigue y la invita a su prolifero y excéntrico espacio físico, desconociendo por qué ella se va tras un ente que le ofrece lo que un amante no puede ofrecer. Ella viaja del cielo glorificada a la salida de un espacio subterraneo, un mundo al cual él ya no pertenecía, él se estiró para tomarla de la mano, pero se le zafó dejándolo sólo entre la cavilación de ideas, de lo que pudo ser un mañana junto a ella. ¿Cómo olvidar lo no vivido? No le pidió contacto, ni tacto, ni nada, solo la dejo irse. La vio perderse en la niebla del recuerdo, no sin antes enviarle un último ósculo perdido entre la metafísica del deseo.
Momento 4. El reencuentro casual.
Se cambian los espacios y el tiempo, pero los seres siguen siendo seres. Los ritmos erráticos y distorsionados mutan a multiformes estallidos de erudición musical, y a medida en que la noche vuelve a caer, sin esperarlo, un déja´ vu se convierte en el presagio de lo que podría volver a ocurrir. Ella va acompañada del spotligth que le permite al amante verla a la distancia entre las sombras. Él, sin coaccionarse se incorpora y sale del mar de dudas que le ahoga para tocarle el hombro cuestionando su existencia “no es posible …Sofía, y yo un amante más”. Ella entre burla e inocencia crea un punto de giro tras darle un punto de contacto, al pasar la mano por su cara. Me pregunta “¿escribiste sobre mí?” siempre se trata de esa pregunta. A lo que responde “sí, pero nunca lo verás”. Ella condescendiente afirma “lo siento, ya lo veré en otro momento”. Bajando su cabeza él continúa “entiendo que no es el momento, ni el espacio, mejor hablamos luego”. Ella vuelve bajo los flashes y el spotligth, no es fácil ser Sofía.
Momento 5. Aferrarse a la historia.
Normalmente si se tratase de un filme de comedia romántica, el amante iría detrás de la sabiduría bajo la lluvia antes de que ella se vaya a un viaje sin retorno, el narrador, evitando que el amante quede solo como “filo”, hambriento, vació, subutilizado y dejado a un lado como una raíz inconclusa de una palabra hermosa. Interviene, pero para que esto no suceda, si es el caso, el amante se acercará a un procesador de textos como yo, en el que reeditará la historia, una y otra vez, para aferrarse a ella sin que exista el tan anhelafo final. Todo está conectado es un hilo infinito y espiral.
En mi humilde opinión, como procesador de textos, creo que no es bueno escribir con la consciencia tan nublada, porque ni mí existencia programática podrá encauzar una historia de amor que nació para no ser, en cualquiera de los mundos posibles, incluso en el que soy un procesador de textos.