Dos cuerpos ocupando un mismo espacio

En mi sueño Loreta los acechó como si fueran presas fáciles. Los vio tomados de la mano en esa mesa y sin dudarlo, impulsada por su doble cuántico en otro espacio -tiempo se sentó en medio de los dos, y como si los conociera desde siempre les susurra «todo se resume en los giros, esos que inician de derecha a izquierda, pero que una vez el hula hula ha alcanzado velocidad crucero no se puede distinguir después de un tiempo para dónde va». La pareja acusa con la mirada la actitud intrusiva y no se explican cómo ella supo que intentaban entender el círculo infinito de Henry Miller en los trópicos. ¿De qué otra cosa podrían estar hablando dos almas viajas en una bar perdido de un muelle cuyo letrero lo bautiza «descubriendo américa» en el mundo 3H4500?

Estas dos almas, llamémoslas Silvana y Extraño. Cenaban con falsa modestia y pseudo intelectualidad. Diversificaron sus saberes entre miradas, exagerados fruncimientos de ceño, y maridaje de cortes de carne importada mientras mecen un sauvignon con astucia. Loreta lo que percibía eran dos personas esclavas de sus pasiones y hambrientas. Hay que aceptar que el plato olía muy bien.

Loretasigue su impulso y mete la mano en el plato de El Extraño, come una papa frita, y retoma «saben que el universo está diseñado en espiral, así como el ADN, todo está conectado, también la generación prozac y viagra tienen en común que el deseo y la depresión tienen un mismo punto concéntrico». Mascan su Angus con la misma intensidad que se mordisquean la pituitaria esperando que la hipófisis les explote revelando algo nuevo. Quizás de ese tipo de información que no se aprende en los libros.

El Extraño, como si saliera de un trance se acerca a Loreta olvidando a Silvana de su campo visual, el alcohol lo ha reducido a 70 grados, deja a un lado un rollito de chocolate cubierto de DMT y clava su mirada en un espacio entre el mentón y la nariz. Loreta recíprocamente mira… no sabe qué mirar. Simplemente reduce el foco de sus glóbulos oculares porque olvido observar. Desde esa ocasión en la que sus padres tenían un fogoso encuentro pasional y de conservación de especies en su cuarto. Ese viejo acto boyer la marcó de tal manera que no se permite desear por medio de sus ojos.

El Extraño recibe una invitación de parte de tambores ancestrales y se levanta para danzar al ritmo del Wawancó. Silvana no comprende el sonido, pero Loreta le sigue como poseída por una vieja raza. Posa sus manos sobre las caderas pronunciadas de Loreta y fuerza su cerviz hacia la de él. Esa tangencial posición hace que los senos y cosenos se entre crucen. Ella intenta fallidamente ser dueña de sí misma. El Extraño alcanza a capitalizar su paso en falso haciendo que la inversión de tiempo y palabras no terminen en límite cero. A contraluz se ven como una sola sombra. El Extraño sopla conjuros de aromas dentro de esa diminuta abertura entre sus labios transgredidos por el frío de las madrugadas haciendo que su PH se cristalice. Se despeja la velocidad y el tiempo reduciendo su distancia. Ahora prueba otra carne, otro cuerpo. Silvana salta de la silla en movimiento parabólico, se autoinvita a participar de tan baboso acto de triosculación, espacio, tiempo y distancia.

Dicen que dos cuerpos, no pueden ocupar un mismo espacio. Desafiando la física, la metafísica cree que sí. Tres lenguajes con sus papilas palpitantes y recelosas compiten por dominar desde el sistema nervioso toda una anatomía usando un diminuto músculo,  uno que castiga como látigo o salva con el perdón. El magnetismo de los polos desplaza en un natural «cuello de botella» al más débil. Al mejor observador, lo deja para que observe. Ellas se quedan danzando al ritmo natural de la belleza, la criatura que reina  con el hemisferio de límbico predomina.

El Extraño se sustrae de la operación y se simplifica entendiendo que es un común denominador, su mirada vacía observa en ellas un esfuerzo darwiniano por no ceder el control una al otra. El amor, la vida, los números y la naturaleza son una lucha sin cuartel.

El Extraño sujeta su copa y se deriva hacía un límite infinito, Loreta y Silvana brillan en distintas saturaciones de lilas y mangentas. Esta aparición espirituosa llena el lugar con mandalas.  Bailan como una sola, siendo dos. El extraño intenta hacer un ejercicio más racional de lo que sucede y empieza a dudar de la existencia de Loreta, cree que quizás es una ilusión o proyección de lo que siempre ha deseado en Silvana. Siente una fuerte necesidad de abrazar la realidad y se acerca al barman para preguntarle cuántas mujeres ve en la pista. La respuesta lo perturba y se acerca a Silvana para cuestionarla. «¿Con quién bailas? preguntó exaltado. Ella responde «Nunca lo sabrás».  Son las 11:11 p.m. y ya pasó la última ruta de transporte público. «Dos cuerpos no pueden ocupar un mismo espacio» se dice a sí mismo una y otra vez en voz alta cuando empieza a hiperventilar. Juego de luces y su ventana al alma se va más allá del horizonte. Silvana pide asistencia de inmediato. La ambulancia tardó veintidós minutos en llegar. 

El efecto doppler de la sirena arrulla sus mentes a la vez que aumenta la distancia entre ellos.

Allí desperté sintiéndome al lado de mi mujer como un extraño.

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